Desde hace algo más de cuarenta años, vengo traspasando a figuras de plomo las influencias que libros, películas, ilustraciones e incluso "comics", han ido dejando en mí.

Las figuras que pinto, son en su mayor parte "miniaturas militares", ya que ha sido la Historia, especialmente la Antigua y Medieval, mi mayor fuente de "inspiración". Las escalas más frecuentes que utilizo, son las de 15, 25 y 28 mm. Son las mismas que utilizan los "wargamers", con los que coincido en la necesidad de representar grandes unidades en un mínimo espacio.

Los textos con que acompaño las miniaturas, en ningún caso pretenden ser exhaustivos, ni estudios sobre el período de que se trate. Sólo trato de comentar sucintamente, el ambiente (histórico o imaginario) en que se movieron las figuras representadas.

Animado por amigos y familiares, y especialmente por mi amiga Kirei (artífice además, del soporte técnico que podéis ver), me decido a mostrar públicamente parte de mi colección. Continuaré añadiendo entradas periódicamente.

Llevado de mi impenitente cinefilia, me permito en algún caso, recomendar títulos que pueden ampliar datos a los posibles interesados en los temas tratados.

Espero que os gusten "mis" figuras. Si se os ocurre hacer algún comentario, sugerencia o rectificación, no dudéis en contactarme.

Catapulta de torsión al servicio Sasánida


Catapulta lista para disparo.

En 224 dC., el último rey de los partos arsácidas, Artaban IV, era vencido por Ardashir I, que se decía descendiente de los grandes reyes persas aqueménidas Ciro y Darío I. Tras asentar su poder en todo Irán, en 226 se declaraba Rey de Reyes, fundaba la dinastía Persa Sasánida y declaraba su intención de rehacer la grandeza de los días del antiguo Imperio Persa. Pero ya veremos en otro momento las correrías de esta dinastía...

Uno de los ejércitos que tengo en preparación para pintar próximamente, es precisamente, el sasánida. De hecho, las figuras están ya limadas, imprimadas y pegadas a su bote; pero antes de "meterme en serio" con ellas, debo acabar otros proyectos que tengo en proceso; así que sólo los dioses saben cuándo verán la luz aquí, los referidos sasánidas...


 Sin embargo, la catapulta que podéis ver, y que en principio iba a ser parte de un ejército seléucida (que a la postre, no pintaré nunca), pasará a formar parte de las huestes de Sapor I (o alguno de sus parientes) por el sencillo procedimiento de cambiarles las cabezas a los artilleros, que en origen eran de "corte occidental" (pelo corto y afeitados), por otras de aspecto bastante oriental como puede verse; podría tratarse de sirios, capadocios o armenios al servicio de los persas. Como la figura ya está terminada, y tiene la suficiente entidad para soportar una entrada, la publico y la acompaño con algunas líneas sobre  poliorcética en la Antigüedad.

Diré una vez más (que nadie se llame a engaño) que "mis" textos sobre historia o armamento, no son ni pretenden ser estudios exhaustivos sobre los temas tratados. Se trata simplemente de pequeños comentarios con los que acompañar las figuras publicadas, que de otra manera quedarían como una fría serie de fotos. Por otra parte, si dichos comentarios, animan a alguien después de pasar por aquí, a consultar textos más académicos (y más serios), daré por bueno el trabajo realizado.

A lo que vamos: "Poliorcética", según el DRAE es el "Arte de atacar y defender las plazas fuertes". Etimológicamente, la palabra procede del griego; concretamente es la conjunción de las palabras: "polis" = ciudad y "erkos" = cerco, tapia, muro... la idea es "cercar" la ciudad, pero también "defender" ese cerco.


Los artilugios más antiguos en este campo, fueron arietes y torres de asalto, de los que existen  oscuras referencias egipcias e hititas, pero sin duda fueron los asirios los primeros en emplearlos profusamente a partir del siglo IX aC como demuestran sus famosos bajorrelieves. Posteriormente, persas, cartagineses y griegos perfeccionarían estas máquinas. También la zapa de murallas, el uso de escaleras de mano y la construcción de rampas de asalto están documentadas entre los asirios.

Para la defensa, arrojar grandes piedras y aceite hirviendo desde las murallas fueron tácticas muy antiguas, así como la construcción de dobles muros, fosos y el chapado metálico de las puertas para contrarrestar el uso del fuego.

Sobre las máquinas de artillería, poca (y contradictoria) documentación existe sobre su origen y desarrollo. Sí parece que fueron antes empleadas como elemento defensivo que ofensivo. Se dice en el Segundo Libro de las Crónicas (26.15) que el rey Ozias (mediados del siglo VIII aC), para defenderse del ataque asirio:

"Hizo construir en Jerusalén ingenios inventados por expertos, para colocarlos sobre torres y ángulos para arrojar saetas y grandes piedras".

Eso dice la Biblia, pero expertos actuales mantienen que tal cita no puede ser considerada definitiva por no haberse podido contrastar con otras fuentes documentales ni hallazgos arqueológicos. (?)


Polieno nos cuenta en su "Estratagemas" (Libro VII,9) que el persa Cambises empleó catapultas durante la toma de Egipto (529-522 aC). Pero una vez más los expertos nos dicen que el dato no es fiable porque no se ha demostrado arqueológicamente. Estamos como estábamos.

En lo que parece estar todo el mundo de acuerdo es que fue en los tiempos del tirano de Siracusa,  Dionisio el Viejo, enfrentado a los cartagineses durante el siglo IV aC y concretamente en el año 399 cuando una comisión de expertos al servicio del tirano, ideó las primeras máquinas complejas que podrían ser consideradas "catapultas".

Según el DRAE. Catapulta: Máquina militar antigua para arrojar piedras o saetas.

Parece ser que aquellas primeras catapultas (denominadas "de tensión"), tenían la apariencia de un arco gigantesco montado sobre un armazón de madera que en principio era estático, puesto que estaba diseñado para armarse sobre una muralla y desde allí disparar grandes dardos contra torres de asalto enemigas y otros objetivos. Posteriormente, se dotó al ingenio de ruedas, pudiendo ser en este caso utilizado indistintamente para defensa o ataque.


El siguiente paso, fue sustituir el sistema "de arco" (o "de tensión") por el de "torsión" (más potente), lo que se desarrolló durante el período de Filipo II de Macedonia (355-336 aC), padre de Alejandro Magno. Y continuó desarrollándose bajo Alejandro (336-323 aC) y sus sucesores. Uno de ellos, Demetrio de Macedonia (337-283 aC), fue apodado "Poliorcetes" (=el Sitiador), por su pericia en el empleo de estas armas, que le valió expugnar numerosas ciudades. Posteriormente, el gran Arquímedes (287-212 aC) aumentó el alcance y precisión de las catapultas, así como ideó la llamada "garra de Arquímedes", una especie de grúa que podía (manejada desde una muralla junto al mar), enganchar y volcar barcos enemigos.

Las catapultas pasaron con toda la tormentaria griega y cartaginesa a engrosar el arsenal romano, bizantino, parto y por supuesto, sasánida. (DRAE. Tormentaria:  "Perteneciente o relativo a la máquina de guerra destinada a expugnar o defender las fortificaciones").

Nuestra catapulta funcionaba por el sistema de torsión. Se basaba en un ovillo central unido a un brazo lanzador; sobre el ovillo se enroscaban fibras elásticas que podían ser de varios tipos: tendones animales, cuerdas, crines de caballo, incluso cabello humano. Torsionando fuertemente el ovillo por medio de palancas, se bajaba el brazo hasta la horizontal, momento en que se cargaba el proyectil. El brazo se sujetaba con un gancho deslizable, que al ser retirado súbitamente, liberaba la enorme fuerza  contenida en el ovillo haciendo que el brazo chocase violentamente con el travesaño horizontal, momento en que su contenido salía disparado.

El "contenido" se trataba habitualmente de grandes piedras, pero también podían cargarse cestos de piedras (a modo de "metralla"), elementos incendiarios, animales en descomposición e incluso se sabe que en algún momento se lanzaron cadáveres humanos, en lo que podría denominarse técnicas de guerra química "avant la lettre".


Una catapulta de tamaño medio (como la de nuestros "sasánidas") podía lanzar piedras de entre 50 y 100 kilos a una distancia de 400 a 600 metros. Otros modelos más grandes, podían alcanzar los 1.000 metros con piedras de 500 kilos. En cualquier caso, el efecto de las catapultas sobre las murallas enemigas era devastador; especialmente repitiendo el tiro intermitentemente sobre el mismo punto... o "casi el mismo punto" en función de lo que se conoce como "dispersión de tiro".

Durante la Edad Media y hasta el advenimiento de la pólvora, las catapultas no dejaron de evolucionar o transformarse: trabuquetes, manganas, onagros... pero como el detallado de estas piezas nos llevaría demasiado lejos y además, ni los propios especialistas se ponen de acuerdo en su descripción, mejor lo dejamos aquí.


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Las figuras, de Essex Miniatures, en 15mm.


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No busquéis en el catálogo de Essex, las figuras tal y como aparecen aquí. Ya dije que los artilleros están transformados; también lo está la catapulta, que en origen era un "fundíbulo", es decir, un artilugio con una especie de honda en el extremo del brazo, honda que he cortado para sustituirla por un "cucharón" clásico hecho de Tamiya Putty.